Hablemos del CEA
Muchas veces cuando se escucha hablar del CEA (Condición del Espectro Autista), la gente piensa de inmediato en la niñez. Es cierto, muchos casos se detectan en la infancia, pero no todos. Existen adolescentes y adultos —sobre todo mujeres— que pasan años sin tener un diagnóstico claro.
¿Y por qué pasa esto? Porque el sistema de salud todavía arrastra estereotipos. Porque se sigue creyendo que el autismo “se ve” de una sola forma, casi siempre en niños varones. Y porque las mujeres hemos aprendido a “camuflar”: a copiar conductas sociales, a forzarnos a encajar, a escondernos detrás de sonrisas para que nadie note lo difícil que es a veces estar en el mundo.
Yo he visto, y quizá tú también, lo que significa sentir que algo no encaja y que, aun así, cuando vas al médico, te dicen frases como:
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“Eso son nervios”
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“Estás exagerando”
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“Es falta de carácter”
¿Sabes qué duele más? Que muchas personas llegamos al autodiagnóstico después de años de investigar, de leer, de reconocernos en relatos de otras personas. Pero cuando lo compartimos en consulta, en lugar de escuchar, muchas veces nos deslegitiman. Como si el hecho de conocernos a nosotras mismas fuera menos válido que un papel firmado por un especialista.
Y sin embargo, el autodiagnóstico es poderoso: es la chispa que nos lleva a buscar ayuda, a exigir respuestas y a encontrar comunidad. No debería ser desechado ni ridiculizado.
He escuchado frases que todavía se me clavan:
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“Tardaron años en creerme”
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“Me dijeron que todo estaba en mi cabeza”
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“Si no fuera por internet, nunca habría sabido qué me pasaba”
Por eso escribo esto. Porque quiero que quede claro: escuchar a las personas es el primer paso para que un diagnóstico no sea un privilegio, sino un derecho.
